Planeada originalmente como una travesía de La Joya a San
Rafael, por la cara oriental del Iztaccíhuatl, esta excursión se transformó en
una hermosa caminata rodeando los pies del volcán (‘Amacuilécatl’). El inicio fue un tanto incierto; pues, por la
falta de asistentes, estuvo a punto de suspenderse. Finalmente, fuimos 10, incluyendo al guía,
Alejandro Licona.
Llegamos a La Joya (3969 m), donde nos encontramos con la
desagradable noticia que había aproximadamente 150 personas acampando en la
zona del refugio República de Chile, y otros setenta y tantos en la ruta de
Ayoloco... una verdadera romería. Subimos con tiempo despejado y soleado hasta
el tercer portillo. Al llegar ahí, el
clima empeoró y un poco antes del ”Paso del Jabonero” (4600 msnm), nos
apartamos del camino principal, dejando atrás a la multitud que subía a los
refugios, para hacer la travesía hacia la pared rocosa llamada “La Catedral”. El trayecto fue muy lento y difícil, pues la
arena congelada hacía que unos tramos fueran casi imposibles de pasar, sin
resbalar; y más de una se peló la barriga con las piedras. En ese punto, Alejandro decidió cambiar la
ruta, abandonado la idea de la media circunvalación. Era tarde, el ascenso difícil
y el trecho a recorrer largo; así que, después de consultarlo con la broza (un
guía realmente democrático este Licona), nos desviamos hacia el amplio valle que se encuentra
bajo la ladera sureste del Amacuilécatl, cubierta completamente de nieve.
Acampamos ahí, alejados completamente de la muchedumbre y a
salvo de los gamberros, y pudimos disfrutar el silencio y la soledad del
volcán. Por la noche la luna, casi llena,
iluminaba la montaña, creando un paisaje que
se antojaba como de otro planeta; y a lo lejos (no tanto), el aullido de los
coyotes (sí, aunque usted no lo crea, hay COYOTES en el Iztaccíhuatl).
Por la mañana, el sol naciente nos dio otro espectáculo
maravilloso, pintando las rocas de rojo, como la superficie marciana -creo que pocas cosas son tan espectaculares, como la noche y el amanecer en la montaña-. Más tarde, después de levantar el
campamento con toda calma, continuamos la marcha. Tuvimos que remontar una
ladera con pendiente moderada, pero cubierta con nieve dura, y en algunos
sitios, con placas de hielo. Como no
llevábamos crampones, ni piolet, el ascenso fue lento y un poco arriesgado; pero después de una hora, y gracias a la guía de Licona, lo conseguimos. El resto del camino fue más sencillo y lo
recorrimos enmedio de neblina más o menos densa, que nos impidió ver el
Popocatépetl. Pasamos por una cueva, al
pie de una pared vertical del Amacuilécatl, de tamaño impresionante y multicolor (roja, gris y verde –por el liquen-). En el interior, encontramos algunas ofrendas de los
‘graniceros’ y estalagmitas y estalactitas de hielo. Finalmente, alcanzamos el primer portillo, luego de rodear totalmente el macizo rocoso de los Pies, y descendimos a La Joya. La excursión terminó con broche de oro en San
Rafael, disfrutando de un caldo de camarón y quesadillas de requesón.