lunes, 1 de agosto de 2016

Peña Larga ("Los Calibradores, El Contadero"), El Chico, Hidalgo. (31 de julio de 2016)

Con autobús lleno y dos autos más, comenzó esta gastonesca excursión, con la tradicional parada en los pastes "La Montaña" en donde, algunos comenzamos a sospechar, tiene acciones Marcelino.

Entramos al lugar anunciado sobre la carretera como "El Cedral" en el Parque Nacional del Chico, encaminándonos hacia la roca que llaman "El León Alado" (que por más que uno se esfuerza, no logra verle lo león, y mucho menos lo alado) y, para variar, tomamos el camino equivocado, que tuvimos que desandar unos cientos de metros antes de encontrar la vereda correcta, apenas visible, en una curva que da vuelta hacia la derecha sobre el camino de terracería.

La subida por la cañada fue lenta y trabajosa pues algunos invitados se retrasaban mucho y obligaban a detenernos continuamente, hasta que llegamos al sitio donde se encuentran las primeras cruces de las trece 'estaciones' del Via Crucis, que celebran en ese sitio.  En un pequeño valle, la parte más lenta del grupo decidió quedarse, y el resto continuamos el ascenso  hasta la capilla desde donde se ven las peñas de "Los Calibradores" (el sitio lo conocen los lugareños como El Contadero). Ahí comimos, y como teníamos el tiempo encima, se tomó la sabia decisión de 'contratar' a Don Lencho, un paisano autóctono del lugar, que nos guió a través del verdadero laberinto de túneles y pasadizos formado por las rocas. La travesía se dificultó un poco, pues las lluvias habían formado una capa de musgo y humedad en las paredes y en el piso, que hacían el camino bastante resbaladizo. El espectáculo, dentro de “Los Calibradores” era fantástico, y efectivamente, el paso por algunos lugares estrechos “calibraba” la finura coroporal, pues no era apto para rechonchos, por más que trataban de demostrar su esbeltez tallándose infructuosamente en las piedras, intentando franquearlos.

El trayecto en el laberinto no tuvo falla, así que lo terminamos completo, y regresamos justo por el mismo camino por el que habíamos llegado hasta el autobús, aún con luz de día.

Algo que me sorprendió fue que, en pleno bosque, justo en un bonito valle por el que uno debe pasar para llegar a “El Contadero”, ahora hay una casa rodeada por una barda de alambre de púas, que “privatiza”, al menos, la tercera parte de la explanada.  Eso es muy extraño, tomando en cuenta que el lugar se encuentra dentro de un parque nacional, y en teoría, son sitios protegidos que nadie puede apropiarse, y menos, construir una casa. Lo más raro del asunto, es que el dueño es extranjero (posiblemente gringo); nos dimos cuenta al escucharlo hablar, pues amablemente nos saludó, con apretón de mano y toda la cosa, cuando pasamos de regreso: “oooouuuuuu… mecsicanous… veribonito… muy náis… ¿cómou les fue?, regresar prontou”. No soy xenófobo, pero me indigna la sencillez con la que  cualquier persona (forastero o no), en nuestro país, puede agandallarse un pequeño o gran pedazo (dependiendo de la lana que tenga y esté dispuesto a gastar), de un lugar que pertenece a todos.  Seguramente la próxima vez que pasemos por ese lugar encontraremos un Oxxo o un McDonald’s, o ambos, y cobrarán peaje por transitar.







sábado, 18 de junio de 2016

La Cueva del Diablo y Los Corredores del Tepozteco (Tepoztlán, Mor., 23 de mayo de 2016)


Como refrito de La Divina Comedia, en esta excursión descendimos primero a las profundidades del infierno en la Cueva del Diablo, para luego ascender al Paraíso en la cima del Tepozteco.  La diferencia fue que no nos guió Virgilio, como a Dante, sino Sandro.

Ese día hizo un calor particularmente endiablado (¿satánica premonición  o coincidencia?).  Lo incongruente fue que, mientras estuvimos en la Cueva del Diablo, la caminata por  sus numerosos túneles y pasadizos intercomunicados por los que resultaría fácil perderse fue agradable y fresca. Caminamos un buen rato, a tropezones, entre el guano de los murciélagos (vimos algunos) y las rocas húmedas. Hubo hasta un conato de escalada, muy papita la verdad, pero que la obscuridad y las rocas resbaladizas dificultaron, pareciéndonos un nivel XI+.

  

Después de esa visita a los siete círculos del infierno, regresamos al pueblo, y paradójicamente, al subir a Los Corredores, conocimos el calor del averno. Había un sol abrasador que nos atormentó durante todo el ascenso. 
En el trayecto, encontramos a unos policías del pueblo -cosa rara en esas alturas-, que luego luego se apalabraron con nosotros y comenzaron a interrogarnos: 
-"Quiénes son, aónde van, paqué suben el cerro..." 
Sandro salió inmediatamente al quite: -"Hola oficiales, no se preocupen, yo soy de aquí y conozco todas las reglas y les garantizo que las cumpliremos al pie de la letra".
-"Aíjoles, pos... ¿cuáles reglas? ¿Cuándo las pusieron que no nos avisaron en la comandancia?"  
Al final, nos dejaron continuar nuestra excursión.

 Los famosos “corredores” resultaron estar colonizados por borrachos, que probablemente escaparon de alguno de los círculos del infierno, o de alguna cantina del pueblo. Ni siquiera nos sentamos a echarnos unos alipuces con los colonos para disfrutar  el paisaje.  Continuamos directo al “Paraíso”: un mirador situado muy arriba, prácticamente en la cima del cerro. Por fortuna, los dioses se apiadaron de nosotros y se nubló un poco el cielo. Luego de comer ahí, bajamos por la cañada para llegar al pueblo a saborear unas ricas Tepoznieves. 

Al pasar junto al auditorio principal vimos colgada una manta que anunciaba el seminario-conferencia sobre ángeles, extraterrestres, elfos, hadas, duendes, implantes alienígenas, sanación a través del chamanismo y códigos binarios, entre otras cosas, que impartiría Héctor Granados: contactado e investigador, profesor, master reiki, físico cuántico y chamán… tal cual. 



lunes, 18 de mayo de 2015

Centinelas de Milpulco (17 de mayo de 2015)

A pesar de algunos pequeños problemas con los candados de la puerta del Club, salimos a tiempo y, sin parar en ‘Qué chula es Puebla’ –no conmovieron a Carlos los sollozos de Marcelino, que necesitaba desesperadamente sus cuatro tortas de pierna para desayunar-, llegamos a La Joyita, donde pudimos admirar el Popocatépetl y parte de la cara occidental de la Iztaccíhuatl, en todo su esplendor y cubiertos de nieve.


Comenzamos la caminata alrededor de las 11:00 horas, un grupo de veintitantas personas.  Descendimos la Cañada de Alcalican hasta llegar a la roca ‘Boca del Tiburón’, y después, remontamos la pendiente hasta el puerto que la separa con la de Milpulco.  Por el camino pudimos ver, hacia el oriente, los tres portillos de la ruta de ascenso clásica hacia el refugio República de Chile.  Una vez en el puerto, descendimos entre zacatales, y nos detuvimos justo al borde de la planicie donde puede verse el camino que baja por una cañada flanqueada por las enormes rocas llamadas ‘Los Centinelas’, y al fondo, parte del pueblo de Amecameca. 

En este ‘balcón’ comimos, rodeados por un paisaje maravilloso, con el macizo rocoso de Milpulco con sus hermosas cascadas y las rodillas y parte del pecho de la Iztaccíhuatl hacia el oriente, ocultos de tanto en tanto, por la neblina. Alguien dijo: “Estamos en el restaurante con mejor vista que haya visitado en mi vida”.  Tenía razón.

Regresamos a paso moderado por el mismo camino y llegamos al autobús realmente temprano.  A pesar de todos los pronósticos, el clima fue excelente. 

No podemos quejarnos, fue una excursión ESPECTACULAR.   



jueves, 5 de febrero de 2015

Circunvalación de los pies del Iztaccíhuatl (’Amacuilécatl’). (1-2 de febrero de 2015)


Planeada originalmente como una travesía de La Joya a San Rafael, por la cara oriental del Iztaccíhuatl, esta excursión se transformó en una hermosa caminata rodeando los pies del volcán (‘Amacuilécatl’).  El inicio fue un tanto incierto; pues, por la falta de asistentes, estuvo a punto de suspenderse.  Finalmente, fuimos 10, incluyendo al guía, Alejandro Licona.

Llegamos a La Joya (3969 m), donde nos encontramos con la desagradable noticia que había aproximadamente 150 personas acampando en la zona del refugio República de Chile, y otros setenta y tantos en la ruta de Ayoloco... una verdadera romería. Subimos con tiempo despejado y soleado hasta el tercer portillo.  Al llegar ahí, el clima empeoró y un poco antes del ”Paso del Jabonero” (4600 msnm), nos apartamos del camino principal, dejando atrás a la multitud que subía a los refugios, para hacer la travesía hacia la pared rocosa llamada “La Catedral”.  El trayecto fue muy lento y difícil, pues la arena congelada hacía que unos tramos fueran casi imposibles de pasar, sin resbalar; y más de una se peló la barriga con las piedras.  En ese punto, Alejandro decidió cambiar la ruta, abandonado la idea de la media circunvalación. Era tarde, el ascenso difícil y el trecho a recorrer largo; así que, después de consultarlo con la broza (un guía realmente democrático este Licona),  nos desviamos hacia el amplio valle que se encuentra bajo la ladera sureste del Amacuilécatl,  cubierta completamente de nieve. 

Acampamos ahí, alejados completamente de la muchedumbre y a salvo de los gamberros, y pudimos disfrutar el silencio y la soledad del volcán.  Por la noche la luna, casi llena,  iluminaba la montaña, creando un paisaje que se antojaba como de otro planeta; y a lo lejos (no tanto), el aullido de los coyotes (sí, aunque usted no lo crea, hay COYOTES en el Iztaccíhuatl). 

Por la mañana, el sol naciente nos dio otro espectáculo maravilloso, pintando las rocas de rojo, como la superficie marciana -creo que pocas cosas son tan espectaculares, como la noche y el amanecer en la montaña-. Más tarde, después de levantar el campamento con toda calma, continuamos la marcha. Tuvimos que remontar una ladera con pendiente moderada, pero cubierta con nieve dura, y en algunos sitios, con placas de hielo.  Como no llevábamos crampones, ni piolet, el ascenso fue lento y un poco arriesgado; pero después de una hora, y gracias a la guía de Licona, lo conseguimos.  El resto del camino fue más sencillo y lo recorrimos enmedio de neblina más o menos densa, que nos impidió ver el Popocatépetl.  Pasamos por una cueva, al pie de una pared vertical del Amacuilécatl, de tamaño impresionante y multicolor (roja, gris y verde –por el liquen-). En el interior, encontramos algunas ofrendas de los ‘graniceros’ y estalagmitas y estalactitas de hielo.  Finalmente, alcanzamos el primer portillo, luego de rodear totalmente el macizo rocoso de los Pies, y descendimos a La Joya.  La excursión terminó con broche de oro en San Rafael, disfrutando de un caldo de camarón y quesadillas de requesón.      


miércoles, 4 de febrero de 2015

San Pedro Tlanixco-Lagunas del Nevado de Toluca (‘In Memoriam’ de Carlos Carsolio). (17 de enero de 2015).

Iniciamos la excursión con la advertencia de ser una ‘Carsoliada’, es decir, una caminata salvaje, por eso mismo se programó el sábado (y tener el domingo completo para meter los pies en agua caliente y tomar aspirinas, o algo más fuertecito) .  A pesar de lo anterior, nunca faltan masoquistas que van a purgar sus pecados al monte; y bajo la tutela de Marco Ríos salimos del pueblo de Tlanixco, ubicado a 6 Km aproximadamente al sureste del Nevado. Los primeros kilómetros transcurrieron por un camino ancho de terracería flanqueado con prados de flores amarillas y la hermosa vista del volcán al fondo. El camino se transformó en vereda, que ascendío por la cañada del lado Sur y nos llevó directo al borde del cráter, completamente cubierto de nieve, desde donde pudimos ver la Laguna de la Luna. 

En ese lugar, Marco rigió el ‘bautizo’ de alta montaña para Penélope, que estuvo a punto de echar a correr pensando que todo era una broma de mal gusto para arrojarle nieve en la cabeza; así que tuvimos que inmovilizarla y atontarla un poco a patadas y pedradas, para que el guía-sumo sacerdote pudiera consumar el solemne acto.
Debido a que quedaba sólo como una hora y media de luz de día, apenas estuvimos 20 minutos en la cima y comenzamos el descenso lo más rápidamente que pudimos.  La última parte del trayecto la hicimos de noche; comimos tirados en el polvo del camino bajo la luz de las estrellas; perdimos el camino algunas veces y lo encontramos ‘de puro churro’ (palabras textuales de Marco), para llegar al camión como a las diez de la noche, exhaustos, pero felices de haber sobrevivido la ‘Carsoliada’ y visto paisajes tan hermosos. Seguramente, desde el lugar en donde esté ahora, Carlos estará sonriendo viendo a los pobres excursionistas novatos que tratan de intentar sus caminatas.   
 

Bicicleteada en Teotihuacan (12 de octubre de 2014)

Karla y Javier organizaron un recorrido en bicicleta con 75 Km de pedaleada total, parte por camino de terracería, parte por vereda pedregosa, parte por carretera pavimentada y parte por lodazales apestosos.

La aventura estuvo magnífica, con dos guías de la empresa ‘Teotihuacan en Bicicleta’ y una camioneta de apoyo, visitamos la iglesia de Axapusco, la antigua hacienda de Ometusco, los Arcos del Padre Tembleque, probamos un pulque dulce recién sacado del maguey, nos escapamos de ser mordidos por un Pit-bull (algunos no) y terminamos completamente empanizados de lodo.  Al final, y aunque parezca sorpendente, tuvimos que esperar varias horas a la camionata de apoyo, ¡pues se quedó atascada en un lodazal!


 

Sótano de las Golondrinas, S.L.P. (marzo de 2013)

A mediados de marzo, y luego de varios meses de práctica con el uso de bloqueadores de ascenso y descensores para rapell largo, nos enlistamos para una aventura que se antojaba imposible: bajar y subir, por nuestro propio esfuerzo, sin malacates eléctricos o de gasolina, al Sótano de las Golondrinas, uno de los abismos más espectaculares del mundo, localizado a tan sólo 16 Km de Aquismón, un pequeño pueblito en la huasteca Potosina, cercano a Ciudad Valles. Sergio Zambrano fue el guía y organizador, que, con paciencia infinita, nos adiestró en la técnica de descenso con ‘marimba’, de ascenso con ‘jumars’ y, lo más difícil, de cambio de dirección una vez que estás colgando en la cuerda (“por lo que pudiera pasar”).   
A pesar de todas las explicaciones geológicas sobre esta maravilla, es casi imposible imaginar las fuerzas naturales capaces de formar este imponente agujero, prácticamente invisible, a menos que estés situado a unos metros de la abertura exterior, que mide aproximadamente 60 metros y en el fondo, alrededor de 300; de tal forma que el sótano tiene forma de cono o embudo invertido.  La caída libre es casi de 400 metros (376 m) y produce vértigo tan sólo asomarse por la boca del sótano, del que puede verse el fondo sólo minutos después, cuando los ojos se acostumbran un poco a la oscuridad. La belleza del sitio aumenta por la enorme cantidad de aves (vencejos –no golondrinas- y cotorras ‘de cueva’ de color verde intenso), que salen y entran al sótano al amanecer y anochecer respectivamente con una gritería impresionante.
Debido a que el descenso y ascenso llevan varias horas, no fue posible hacerlo todos en un mismo día; así que nos dividimos.  La experiencia de bajar y subir de ese abismo, sólo con el esfuerzo de tus músculos es indescriptible, sobre todo cuando te encuentras en el fondo y miras la pared de casi 400 metros frente a ti, vertical, amenazante, imposible de escalar, y entonces piensas: ¿cómo demonios voy a salir de aquí?
El espectáculo es asombroso, apabullante, y ahí, uno no puede dejar de reconocer que los seres humanos somos criaturas insignificantes, comparados con los prodigios naturales que nos rodean, pero que rara vez vemos, aunque los tengamos frente a nuestra nariz. La aventura fue mayor para algunos de nosotros, pues tuvimos que ascender de noche.  La sensación de estar flotando en el vacío, colgado de una cuerda de poco más de un centímetro de diámetro, a cientos de metros sobre el piso, en completa oscuridad (no podíamos prender las linternas para no alterar a las aves que se refugian en las paredes) es fantástica, y un poco aterradora también.