lunes, 23 de febrero de 2009

Travesía Cerro Pelado-el Capulín (22 de febrero de 2009).



Aunque planeada para llegar al pequeño volcán Sosocol, localizado al Oeste del cerro Pelado, terminamos esta travesía sin encontrarlo.


Siguiendo un camino de terracería que se deriva hacia la derecha, en la carretera libre a Cuernavaca, llegamos en autobús a la estación "La Rosa", en las faldas del Pelado. Ahí comenzamos la caminata, rodeados de una densa neblina que impedía ver las cimas de los cerros aledaños. Guiados casi exclusivamente por el GPS de Carlos, caminamos varias horas por caminos de terracería, veredas, e incluso "caminos chalmeros" dentro de preciosos bosques y pedregales que rodean a este cerro y al Malacatepec. Finalmente, alcanzamos los extensos llanos que se encuentran al oriente del pueblo "El Capulín". Desde ahí, con una vista espléndida del valle y gracias a que el clima había mejorado y se había disipado la neblina, pudimos ver la pequeña elevación del Sosocol, que nunca conocimos... ¡será para otra ocasión!


martes, 10 de febrero de 2009

Circunvalación al Cerro Mateo (8 de febrero de 2009).


Por la carretera que sube hacia el Ajusco, continuamos hasta encontrar la desviación a Toluca y justo en el kilómetro 16, llegamos al valle “Agua de Pájaros”, desde donde se ve, hacia el Norte, el Cerro Mateo, que es realmente un volcán extinto. Antes de subir, Carlos nos mostró, en un pequeño montículo que él llama el "Cerro del Difunto", una pequeña lápida, poco legible, que dejaron los amigos de un pobre infortunado que pasó a mejor vida en ese lugar, por razones poco claras. Después, seguimos una vereda que va rodeando y ascendiendo el cerro.

En el camino, encontramos algunas cruces "chalmeras", varios esqueletos de vacas (¿?) y unos ruidosos practicantes de moto-cross. Llegamos por fin a la cima, luego de dos horas y media de caminata y después de guardar un minuto de silencio en memoria de Paty, nos sentamos a comer en un magnífico mirador natural, desde donde vimos, hacia el Sur, el valle de Pájaros donde esperaba el autobús, con Javier roncando plácidamente en el interior.

Ahí vimos una bonita Echeveria sp. ("siempreviva"), coloradita por el sol, y nos entretuvimos un rato fotografíandola.
Finalmente, luego de comer y charlar tranquilamente, botaneándonos a Gastón que, misteriosamente, guardó silencio absoluto (luego nos dimos cuenta que no había abierto la boca sólo por estar comiéndose su sopita). Bajamos después por una vereda, observando la cara Sur del Ajusco, para terminar de rodear el cerro Mateo y llegar, de nuevo, al punto de partida, una hora y media después.

jueves, 5 de febrero de 2009

En memoria... Patricia Juárez

El 22 de enero de 2009 murió Paty.

En donde quiera que estés:
Gracias por tu optimismo,
por tu sonrisa permanente
... por tu amistad.

Travesía Puente de Dios-Río Amajac-Doñana, Hidalgo. (1 de febrero de 2009)

Una travesía inolvidable que, como diría Luis Echeverría, "no fue ni en bosque, ni en montaña, sino todo lo contrario": por el lecho de un río, en una zona semidesértica del estado de Hidalgo. Por la autopista de cuota a Pachuca, tomamos la carretera federal que va a Mineral del Monte y Atotonilco y de ahí la carretera secundaria que conduce a Santa María Amajac y, finalmente, la desviación a “El Paso Amajac” que nos llevó, como en una película de aventuras, a un camino de terracería muy angosto donde apenas cabía el autobús, con muchas curvas, en el borde de una barranca desde donde podíamos ver el fondo del voladero, muchas decenas de metros abajo... (gulp)... pasando saliva y confiando en la destreza al volante de Javier. Después de un rato, llegamos a un lugar plano, donde encontramos la única casa de los alrededores y algunas cabras, que pertenecen al Sr. Pompeyo. De ahí, bajamos un poco hasta encontrar el Puente de Dios por el que pasa el Río Amajac (afluente del Moctezuma y el Pánuco) que ha formado una enorme caverna en el interior de la montaña. En esta temporada el río era poco más que un arroyuelo.
Después de admirar esta maravilla natural, iniciamos la caminata y durante muchas horas seguimos el cauce del río, cruzándolo en numerosas ocasiones y admirando el magnifico paisaje de la barranca con paredes escarpadas que encierran el río, con remansos y pozas de agua cristalina que invitaban a un chapuzón (Juan Carlos no se quedó con las ganas y se aventó uno que otro clavado). Aunque nuestros pesimistas guías nos advirtieron que el agua de este río no debía beberse, pues TODOS los ríos en México están contaminados, los optimistas pensamos que, al menos en este tramo de su trayecto hacia el mar, el río Amajac está MUY poco contaminado. En fin, cuestión de perspectiva.
A pesar de lo anterior, algunos miembros del club, como Marcelino, decidieron que no era su día de baño anual e hicieron hasta lo imposible por no meterse al agua. Al final, unos más que otros, todos tuvimos que mojarnos las botas; sin embargo, debemos hacer un reconocimiento oficial a Marcelino, por su enorme esfuerzo hidrofóbico y habilidad técnica, que casi le permite salir invicto de ese penoso trance (muchos piensan que hizo un poco de trampa, pues el sombrero revolucionario talla extragrande y diseño aerodinámico que llevaba, lo ayudó a elevarse y planear). Como era la primera vez que el club hacía este recorrido, realmente los guías no estaban seguros de lo que iban a encontrar adelante o de cómo saldríamos de ahí... en pocas palabras, comenzaron a dudar si podríamos regresar ese día a nuestras casas o terminaríamos dos semanas después en el puerto de Tampico... pero justo cuando quedaba poco tiempo de luz solar, Juan Carlos encontró una vereda casi oculta en la ladera derecha de la barranca, que después de un ascenso que pareció interminable y que tuvimos que hacer, en parte ayudados por las linternas, nos llevó a la meseta del pueblo de Doñana, para encontrar el autobús, luego de siete horas y media de caminata.