viernes, 29 de enero de 2010

Cascada de Hielo en el Iztaccíhuatl (24 de enero de 2010)

Con una asistencia récord de 70 personas aproximadamente (autobús lleno y 9 automóviles) nos dirigimos al pueblo de San Rafael; y de ahí, al valle de Llano Grande el Alto, donde comenzó la excursión. Hicimos la mayor parte del trayecto hacia el sur, sobre un camino ancho de terracería, con muy poca pendiente y una espléndida vista de la cara noroeste de la cabeza y el pecho del Iztaccíhuatl. Luego de dos horas y media de caminata -por la cantidad de gente era más bien una peregrinación-, encontramos a la izquierda, un arroyo y una vereda que corría paralela a éste, y la seguimos por unos 30 minutos más. Al final, nos cerrò el paso una pared de roca vertical de unos 30 metros de altura, por la que cae la cascada, que tiene una coraza semicircular de hielo, adherida a la roca, que la rodea parcialmente. Debido a que la pared formaba sombra sobre el sitio, la nieve y hielo que cubrían el piso, complementaban el espectáculo. Ahí tuvimos que caminar con mucho tiento sobre el hielo resbaladizo, pero a pesar de las precauciones, más de uno aterrizó de cuadril sobre un piso duro como concreto. Luego de comer, el regreso al autobús se hizo sin contratiempos, con cinco horas de caminata efectiva en total. Al llegar, nos encontramos con la desagradable sorpresa de varios vehículos robados (con cristalazo y toda la cosa) y una carretera con muchísimo tránsito.

Iztaccíhuatl, por los refugios (28 y 29 de noviembre de 2009)

Llegamos a La Joya al ponerse el sol, justo a tiempo para montar el campamento. Decidí, más por flojera que por falta de equipo, pasar la noche en la parte trasera del camión y no me arrepentí: dormí como tabla hasta las 2 de la mañana, cuando nos despertamos y preparamos una mochila ligera para el ascenso, que hicimos en un solo tiempo, hasta la cumbre del pecho, que logramos diez personas. Como en ocasiones anteriores, el amanecer nos alcanzò un poco antes del refugio 'Repùblica de Chile' y nos permitiò admirar, a lo lejos, las siluetas de La Malinche y el Citlaltèpetl sobre el fondo rosa-anaranjado del cielo, en contraste perfecto con el brillante sol naciente. Había tan poca nieve, que no tuvimos necesidad de ponernos los crampones; así de desnevado estaba el panorama. Aunque el Iztaccíhuatl sigue siendo un lugar espectacular, tenemos que reconocer, con profunda tristeza, que ha perdido casi todos sus glaciares. La disminución de las nieves perennes de la cumbre puede comprobarse fácilmente, de un año a otro. Incluso, ahora, puede verse una laguna en ‘la panza’ (formada, por supuesto, por el derretimiento de los glaciares). Cuando escuchamos o leemos sobre ‘el calentamiento global’ y ‘el cambio climático’ lo percibimos como una historia de ciencia ficción, producto de la imaginación desbordada de un puñado de locos fatalistas y obsesionados con la ecología; o cuando mucho como un problema lejano, casi ajeno; pensamos en la Antártida y otros lugares exóticos… muy en el fondo, tratamos de convencernos que no es algo real… ascender el Iztaccíhuatl en estos días es un brusco recordatorio que el problema es presente y muy próximo. Es posible que seamos la última generación que pudo admirar los maravillosos glaciares de este volcán.

Cenote Escondido, El Chico, Hgo. (20 de septiembre de 2009)

Las excursiones, como todas las cosas en la vida, nunca son lo que parecen. En esta ocasión, en la que no tenìamos planeado llegar al ‘cenote escondido’ (que no pudimos hallar semanas atrás), lo encontramos sin mayor esfuerzo. Una vez más, en el Parque Nacional el Chico, partimos por la ya familiar vereda que se aleja descendiendo un poco y haciendo un arco a la derecha del ‘León Alado’. Como había llovido desde la última vez que visitamos esos lugares, la pequeña laguna ahora estaba llena. No fue tan sencillo, hay que admitirlo, pues hubo una intentona de extravío de nuestro descarriado guía Gastón. Sin embargo. Gabriel y su GPS encontraron la vereda correcta que nos llevó directo al cenote, que es maravilloso. Ahí encontramos a un grupo de ‘cañonistas’ que descendía en rapel por la cascada. Sólo de verlos, daba frío. El resto de la caminata la hicimos por caminos entre tupidos bosques que rodeaban impresionantes macizos rocosos, extravìàndonos un poco y retomando la vereda correcta varias veces. En algùn punto del trayecto nos detuvimos a comer, y ahì probamos el delicioso 'ceviche Marcelino' preparado especialmente para esa ocasiòn, en que el aludido celebraba su excursiòn nùmero 100. Finalmente, llegamos al pueblo del Chico ya entrada la noche, felices por haber participado en un paseo tan divertido en donde Gastón se sacó la espinita.

Cerro Tlamomo (30 de agosto de 2009)

En esta excursión recibimos varios avisos de ‘arriba’ que, por principio, decidimos ignorar, pero terminaron convenciéndonos que ese día no llegaríamos a la cumbre del Amacuilécatl. Para empezar, el chofer del camión no llegó. En otras circunstancias eso hubiera bastado para cancelar la actividad… pero ya conocen a Marco. Rentó una camioneta (nadie sabe de dònde), con chofer y toda la cosa, en la que apenas cupimos los doce masoquistas que no aceptàbamos quedarnos sin nuestra ración dominical de ampollas en los pies. Una vez arriba del vehículo, cuando todos pensábamos que todo estaba resuelto, se presentó la segunda complicación (o aviso, como quieran verlo), que fue imposible superar: la inundación de la autopista México-Puebla nos detuvo por completo. Nuestro guía, entonces, sugirió una ‘caminadita ligera’ en el cerro Tlamomo –a veces también llamado ‘Tláloc’-, localizado en el Sur del Distrito Federal. Creo que nos hubiera ido mejor subiendo el Amacuilécatl; la ‘caminadita’ se conviritió en una caminadota de a deveras, que culminó con el agotador ‘tumbaburros’ del Cerro Tlamomo. La cumbre nos recibió con viento, lluvia, niebla y frío; y ahí, bajo el cobijo de un árbol, comimos con las manos entumecidas. Al regreso, por el contrario, tuvimos cielo despejado y sol brillante, con una preciosa vista de los valles y sembradíos de la regiòn, de color verde esmeralda.

El Chico, Hidalgo (2 de agosto de 2009)

Planeada para llegar al 'Cenote Escondido', éste resultó TAN escondido, que nunca lo encontramos. Luego de arribar al parque donde està la roca de ‘El León Alado’, caminamos muchas horas dentro del bosque de esa zona sin hallar la vereda que nos conduciría al mentado lugar. Sin percatarnos, recorrimos un gran círculo y terminamos en el mismo sitio del que habíamos partido. La excursión no tuvo mayores incidentes fuera de las imprecaciones y blasfemias de los excursionistas contra el perdedizo Gastón y el pequeño susto que les metió el canijo de Marcelino a algunos miembros del club, ocultándose detrás de unos árboles y hablándoles con tono mefistofèlico. Juan Carlos, al escuchar la tètrica voz, con los ojos desorbitados, no atinó más que a decir: “¿Qui-qui-quién a-anda ái?... ¡MANIFIÉSTESE SEÑOR!” A Sylviane no le hizo ninguna gracia la bromita y Marcelino estuvo a punto de desatar la versiòn contemporànea de la batalla del 5 de mayo (en este caso, con la victoria del bando francès, sin lugar a dudas). A fin de cuentas, aunque no llegamos al destino propuesto, pudimos gozar de un día magnífico y un paisaje maravilloso. Gastòn prometiò, solemnemente, sacarse la espina en un futuro pròximo... eso està por verse.