lunes, 22 de diciembre de 2008

Pahuatlán, Puebla (30-31 de agosto de 2008)





Otra excursión singular, en los límites de Hidalgo y Puebla. En esta ocasión, la guía fue Ruth Mennel. El primer día pasamos por Oxtotipac, donde visitamos el pequeñísimo, pero muy bello convento franciscano del S. XVI dedicado a San Nicolás de Bari, con su minúsculo patio central, fresco y tranquilo; y el convento de Otumba. Luego de escuchar, en ambos lugares, las interesantes disertaciones de Ruth, partimos rumbo a Pahuatlán del Valle (en honor a Leandro Valle, que nació en ese lugar), al que llegamos por una carretera enclavada en la sierra, angosta, sinuosa y cubierta de neblina. Pahuatlán resuló ser un pequeño pueblo, muy pintoresco, con casas de techos a dos aguas cubiertos de tejas. Nos instalamos en el “Hotel San Carlos” con precios muy accesibles, alberca, temazcal, y un “mirador” con vista espléndida. De la comida, ni hablar... ¡buenísima! y Juan Carlos hizo su agosto, provocando la indigestión de todos los que nos acercamos a su mesa. Por la tarde, hicimos una caminata por los alrededores, hasta llegar a un puente colgante sobre el río.
Al siguiente día, con buen clima, necesario para observar la elaboración de papel amate, pues requiere secarse al sol, fuimos al pueblo de San Pablito que se encuentra a 20 minutos por carretera.
Curiosamente, las artesanías clásicas de papel amate que todos conocemos y hacen referencia a la vida cotidiana en un pueblo (bodas, posadas, jaripeos, entierros, juegos, etc.) se pintan en el estado de Guerrero, pero con papel fabricado en San Pablito y pueblos aledaños. La artesanía de papel característica de los otomíes de esta región, por el contrario, son figuras RECORTADAS, particularmente las que representan diversos dioses (del chile, del maíz, de la naranja, etc.), aunque hay diseños más novedosos. Algo curioso es que ahí pueden conseguirse fósiles (amonitas), que ofrecen los niños en 5 y 10 pesos. Al regreso al D.F., pasamos por el convento de Singuilucan, donde se encuentra la milagrera imagen del Señor de Singuilucan, montada sobre un burro y a la que los feligreses ofrecen los "milagros" metálicos convencionales y otras ofrendas menos ortodoxas, como trenzas (de pelo), fotografías de automóviles, ropa, fotocopias de licencias de conducir y ¡un examen de historia de México! A la salida de este lugar pudimos ver un letrero colocado en la reja de entrada que advierte: “favor de respetar la casa de Dios, no venir a echar novio aquí… hay otros lugares” (pero no dice cuáles).

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